“El silencio –continuó– no se reduce a la ausencia de palabras, sino en la disposición a escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo”.
“Precisamente, del encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina toma vida la gratitud expresada en el ‘Gloria’, ‘un himno antiquísimo y venerable mediante el cual la Iglesia, reunida en el Espíritu Santo, glorifica y suplica a Dios Padre y al Cordero’”, explicó el Pontífice citando el Misal Romano
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