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lunes, 22 de enero de 2018

San Vicente, diácono y mártir Carta de Mons. D. Vicente Jiménez Zamora Arzobispo de Zaragoza

Imagen de San Vicente, diácono y mártir de Los Realejos. Foto de la Comunidad Parroquial Ntra. Sra. de Guadalupe. Toscal-Longuera. VIII Peregrinación a San Vicente. 21 de enero 2018. 

Fuente del texto: La voz de los obispos. 
Celebramos el día 22 de enero, en nuestra Iglesia diocesana de Zaragoza la fiesta de san Vicente, diácono y mártir.
Vicente, que significa, el que vence, vencedor, es uno de los tres grandes diáconos, que dieron su vida por confesar su fe en Cristo, a través del martirio. Junto con san Lorenzo y san Esteban forman el más insigne triunvirato del diaconado en la Iglesia. Cubierto con la dalmática sagrada, ostenta entre sus manos la palma inmarcesible de los mártires invictos.
Este mártir celebérrimo en toda la Cristiandad tuvo como panegiristas a san Agustín, san León Magno y san Ambrosio. Y tuvo su cantor en Prudencio, que le dedicó el himno V de su Peristephanon al “levita de la tribu sagrada, insigne columna del templo místico”.
Vicente descendía de una familia consular de Huesca, estudió la carrera eclesiástica en Zaragoza al lado del obispo san Valero. “Nuestro Vicente”, cantará Prudencio, reivindicando esta gloria para nuestra Ciudad de Zaragoza, la ciudad de España que tuvo más mártires. San Valero, que tenía poca facilidad de expresión, le nombró arcediano o primer diácono, para suplirle en la sagrada cátedra.
Estamos a principios del siglo IV, en la décima y más cruel persecución contra la Iglesia y los cristianos, decretada por el emperador Diocleciano y aplicada en España por Daciano. Al pasar Daciano por Barcelona, sacrifica a san Cucufate y a la niña santa Eulalia. Cuando llega a Zaragoza, manda detener al obispo Valero y a su diácono Vicente y trasladarlos a Valencia. Allí se celebró el primer interrogatorio. Vicente responde por los dos, intrépido y con palabra ardiente. Daciano se irrita, manda al destierro al obispo san Valero, refugiándose en las montañas del Pirineo, y Vicente después de varios interrogatorios y tormentos, sufre el martirio. Era el 22 del mes de enero del año 304. San Vicente fue uno de los santos mártires de más relieve en la Iglesia antigua. En Zaragoza y Aragón su culto y devoción están profundamente arraigados, de los que nos han quedado numerosas huellas en el culto y en el arte.
San Vicente y el testimonio de la fe
El mensaje que hoy nos ofrece san Vicente, en clave de permanente actualidad, es el testimonio de la fe. Un mártir es un testigo. Se ha repetido hasta la saciedad que el mundo moderno siente sed de autenticidad y de testimonios vivos (cfr. Pablo VI, EN 76). Hay que creer lo que se anuncia, Hay que vivir lo que se cree y hay que predicar lo que se vive. ¡Qué gradación tan comprometedora!
El hombre de hoy, envuelto en tantas ideologías y embarcado en multitud de tareas y quehaceres, está olvidando lo fundamental: cuidar el valor de la fe. Los tiempos recios en que vivimos reclaman una fe auténtica. Si la experiencia de la fe no se aviva, la fe languidece y se convierte en una especie de ideología o en un voluntarismo extenuante.
En la vida real de la mayoría de nuestras gentes la importancia efectiva de Dios es escasa. El tiempo y la vida se nos van en otras cosas, estudios, trabajos, diversiones, compras, fines de semana, proyectos, aspiraciones, política, economía.
Nuestro Plan Diocesano de Pastoral y la fe
Nuestro Plan Diocesano de Pastoral para el quinquenio 2015-2020 refleja esta situación en el diagnóstico socio-cultural, que hace en el capítulo II, titulado “Evangelizar en tiempos recios”.
Recordemos a este respecto algunas frases de nuestro Plan Diocesano de Pastoral: “La indiferencia convive con una cultura de la increencia, que va forjándose poco a poco, y que se divulga, unas veces de forma sutil, otras explícita y militante, a través de los medios de comunicación, favoreciendo un imaginario religioso (y, sobre todo, cristiano) colectivo muy negativo que incapacita todo acercamiento a la fe […] El efecto demoledor del tratamiento caricaturesco y tópico de la vida cristiana, de Dios, de la Iglesia y del clero, que aparece en los medios de comunicación social (noticias, entrevistas, debates, series…), fruto de un laicismo mal entendido, es clara expresión de ello” (Plan Diocesano de Pastoral 2015-2020, pág. 53).
Queridos hermanos: ante esta situación de crisis y de debilidad de nuestra fe no podemos caer en la desesperanza y en la patética del lamento. Es necesario reaccionar con valor y esperanza. “La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de
la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida y la vida en plenitud” (Benedicto XVI, Homilía para el comienzo del ministerio petrino del Obispo de Roma, 24 de abril de 2005).
En la fiesta de san Vicente confiamos a su valiosa intercesión la fe de nuestras gentes de Zaragoza y de Aragón y la vida de nuestra Iglesia diocesana. San Vicente, mártir de la fe y servidor del Evangelio del amor, ayúdanos a vivir el misterio de la comunión eclesial para la misión evangelizadora. Intercede ante el Señor, para que con la luz y la fuerza del Espíritu Santo se abran en nuestra Iglesia diocesana de Zaragoza nuevos caminos para el anuncio gozoso del Evangelio. Haz que seamos una Iglesia en comunión al servicio de nuestro pueblo. Una Iglesia que escucha, acoge, celebra y sirve. Una Iglesia de puertas abiertas: acogedora, comunitaria, sencilla”.

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