Este miércoles 31 de enero, en Candelaria, se ha celebrado el primer Encuentro de Familias de Sacerdotes. Una iniciativa, con perspectiva de continuidad en el calendario diocesano.
Unos 40 sacerdotes participaron en esta novedosa jornada. Los que pudieron, lo hicieron junto a sus padres y madres.
Tras la acogida, el delegado para el clero, Pablo Francisco Álvarez, guió la oración junto a la imagen de la Virgen de Candelaria.
Seguidamente, los participantes en esta cita pasaron al convento de los dominicos donde se desarrolló el acto programado. Tras el saludo del rector de la Basílica, Daniel López, el sacerdote Juan Antonio Guedes dio paso a un emotivo vídeo con imágenes de los sacerdotes de nuestra diócesis junto a sus padres, haciendo un recorrido desde el pasado hasta el presente.
Tras este montaje, fue el obispo quien quiso dirigirse a los presentes para valorar la tarea de los padres y madres en el acompañamiento de sus hijos presbíteros.
El prelado expresó que estos encuentros nos recuerdan de dónde venimos y lo que hemos realizado. “Algunos de nuestros padres decidieron tener sus hijos en épocas y circunstancias muy difíciles. Hemos de valorar esa vocación de familia que llevaron adelante con mucho empeño, a veces partiendo de cero, pero aquí estamos. Familias a veces hasta con más de cinco hijos”. En este sentido, monseñor Álvarez indicó que la primera actitud debe ser de agradecimiento. “De nuestros padres no sólo nos ha venido la vida, sino el testimonio de una vida entregada y sacrificada”.
Bernardo Álvarez rememoró sus tiempos de juventud y cómo recibió de sus padres el don de la fe. “Mi padre murió cuando yo tenía 13 años, él tenía 49. Sin embargo me quedó de forma imborrable su testimonio de fe, su honradez y su capacidad de vivir profundamente la vida cristiana. Mi madre exactamente igual. Siempre pendiente de que sus hijos estudiaran, siguieran adelante…”
El obispo continuó apuntando que todos tenemos cosas hermosas que contar de nuestros padres. “Estamos hoy aquí para dar gracias a Dios por ellos, y para encomendarle a él los que han partido ya. El testimonio de nuestros padres también lo podemos ver en que han sabido cargar con nosotros. Perder a un hijo y ganarlo al mismo tiempo es una experiencia que solo los padres conocen”.
Refiriéndose al evangelio en el que Jesús se pierde para dirigirse al templo y ocuparse de las cosas de su Padre, expresó que esta forma de entender el ministerio, no siempre se vive con alegría y frescura sino en tensión. “Los padres no siempre entienden esto, esta dependencia de la voluntad De Dios. A veces la viven como cruz, pero una cruz que en definitiva lleva a la vida, porque el Señor compensa esa renuncia que supone ver que mi hijo es mío pero no es mío”.
Por otro lado, el obispo quiso dar gracias a Dios porque este ser padre de sacerdote no es fácil. “Nuestros padres han sido en nuestra vida acicate y corrección…En definitiva, nuestro sacerdocio también ha estado sostenido por la protección, por la oración y por el testimonio de nuestros padres. Cuando pasan los años quizás es cuando más valoramos lo que han supuesto para nosotros en la vida sacerdotal. Vemos como nuestro sacerdocio se ha ido cocinando con el apoyo, con la palabra y el acompañamiento de ellos. Son mediación a través de la cual Dios se ha servido para que nosotros seamos instrumentos útiles para nuestros hermanos”.
Por último, Álvarez recordó que a la hora de hacer oración de alabanza, le gusta emplear las siguiente palabras: “Gracias Padre porque me has estado abrazando en el abrazo de mis padres. Me has esatado corrigiendo en la corrección que me han hecho mis padres. Me has estado cuidando en el cuidado que mis padres han tenido de mí”.
Tras la intervención del prelado nivariense, se recordó a los padres de aquellos sacerdotes que cumplieron 25 o 50 años de servicio durante el curso pasado.
Posteriormente, los participantes en la jornada se sacaron una foto “de familia” y a mediodía celebraron la Eucaristía en la Basílica presidida por el Obispo. En ella se pidió por los padres difuntos.
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