La Catedral acogió este Martes Santo la conocida como “Misa Crismal”. El obispo presidió esta Eucaristía.
Con él concelebraron numerosos presbíteros venidos de todos los rincones de la diócesis, que renovaron en este día las promesas de su ordenación sacerdotal. Bernardo Álvarez, además, consagró el Santo Crisma y bendijo los Óleos que se distribuyeron para las parroquias de esta diócesis cuatro veces insular.
El prelado Nivariense recordó a los sacerdotes que por diversos motivos no podían participar en esta singular celebración. Igualmente en la Misa se oró por el eterno descanso de los presbíteros fallecidos desde la pasada Semana Santa.
Por otro lado, Álvarez centró su homilía en la “vocación”. Una llamada que siempre está unida a la misión. No en vano todos son en la Iglesia discípulos misioneros de la alegría del evangelio. “La vida cristiana es vocación”- subrayó. En ella Dios toma la iniciativa. “La historia de toda vocación sacerdotal, como también de toda vocación cristiana, es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad de una persona que responde a Dios en el amor”.
Ante la llamada crisis vocacional urgió a reconstruir en las distintas comunidades la “mentalidad cristiana” que requiere presentar el auténtico rostro de Dios y el sentido genuino de la libertad humana. “Solamente de esta manera se podrán sentar las bases indispensables para que toda vocación, incluida la sacerdotal, pueda ser percibida en su verdad, amada en su belleza y vivida con entrega total y con gozo profundo”- resaltó.
Puesto que la diócesis está viviendo desde el pasado 11 de marzo unas “jornadas vocacionales”, quiso el obispo subrayar, citando a S. Juan Pablo II, que “ha llegado el tiempo de hablar valientemente de la vida sacerdotal como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana”.
A partir de la Palabra de Dios proclamada puso el valor “el protagonismo del Espíritu” en toda vocación, así como la importancia de vivir bien el ministerio recibido. «La santidad misma de los presbíteros contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio ministerio”- enfatizó.
La parte final de la homilía estuvo dedicada a recordar las promesas sacerdotales que, a continuación, los presbíteros presentes renovaron.
Laicos, miembros de la vida consagrada y diáconos portaron las ánforas para realizar la consagración del Crisma y de los Santos Óleos, los cuales al final de la Misa fueron llevados al baptisterio de la Catedral, donde se inició su reparto a los párrocos a fin de que lleguen a toda la diócesis, tanto para la administración de los sacramentos como para la unción de los enfermos.
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