Por la calzada del camino va un peregrino conmigo.
Queridos vecinos, parroquianos, trabajadores y residentes del Hogar Santa Rita de Casia:
Al inicio del curso pastoral 2020-2021, he decidido escribir la siguiente carta pastoral, que se las regalo con todo mi corazón, escrita en este día, 14 de agosto de 2020, con la que pretendo despertar en cada uno de los hombres y de las mujeres que caminan por nuestros barrios de Toscal-Longuera, San Antonio y el Hogar Santa Rita de Casia, la ESPERANZA y la CONFIANZA, en CRISTO, nuestro único y verdadero párroco y capellán.
Son muchas las causas que han convertido el curso pastoral anterior en atípico y lleno de incertidumbres. Pero sin pretender ahondar en las causas, les invito a través del presente escrito, a dejar que nuestra vida sea ahondada por la Palabra de Dios. Esa Palabra Encarnada que peregrinó y que sigue peregrinando como tal, por los corazones de pueblos, caseríos, niños, jóvenes, adultos y ancianos. Pobres, marginados, enfermos y agobiados. La Palabra que nos quiere desde el corazón y nos ha convertido en un pueblo, el Pueblo del Señor.
Por las calzadas de nuestras vidas y caminos, va con nosotros un peregrino, va un peregrino conmigo. Mucha gente no lo conoce al caminar; creen que se trata de un fantasma, pero Él nos dice: ¡Animo, no tengáis miedo, soy Yo! Seguimos queriendo construir un mundo, unos barrios, una vida, echando fuera a este peregrino. Queremos entregar nuestro corazón a muchas personas, a mucha tecnología y a la mucha distracción que nos invade. Pero nuestro corazón nos reclama que sólo será feliz, cuando descansa en el pecho del peregrino, cerca de su corazón, de sus sentimientos, de su amor por cada persona. En su corazón hay cabida para toda la humanidad. Este peregrino es el que, en verdad, puede dar vida y poner vida en todo. Nuestro corazón lo sabe. ¡Escuchemos a nuestro corazón! Para ello hay que entrar en la intimidad de la oración, del silencio que nos lleva a la contemplación, al sosiego y a la verdad, invitándonos a movernos y a caminar saliendo a anunciar lo que ha hecho contigo el peregrino. Él da vida a nuestros corazones y nos da la esperanza para seguir caminando y animar a caminar a muchos que, por diversas circunstancias, se encuentran desesperados, hartos de miedo, confusos, entretenidos en las malas noticias, perdiendo el tiempo, esfuerzos y la vida misma, en lo que no da plenitud, esperanza, confianza, ni fortaleza.
En la fracción del pan, en la Eucaristía verdaderamente celebrada con dulzura, adorada con pasión, comulgada con entusiasmo y vivida en la misericordia de las obras cotidianas, es como nuestras manos se tienden a los demás sin descanso. Ellas son la expresión de ese corazón que ha encontrado al peregrino y lo ha hecho nuevo y feliz. Irradia vida, alegría, entusiasmo y pasión. ¡Mucha Pasión, entrega, incondicionalidad y servicio por los últimos, los preferidos de su Padre! Él es capaz de quitar de nuestros ojos las escamas que llevamos y nos impiden reconocerlo como el verdadero PASTOR de nuestra vida. El VERDADERO HIJO DE DIOS, que camina como peregrino, sin llamar la atención, sin reclamarnos nada, ni ofendernos. El amor es respeto. Lleva consigo la paciencia que todo lo madura y lo hace nuevo.
Es necesario vivir la Eucaristía, la fracción del pan, de manera auténtica. Mientras no lo hagamos, seguiremos con las escamas del miedo, de la angustia, de la insatisfacción, de la búsqueda constante del placer, de la individualidad y de la comodidad. Mientras la ignoremos, o nos ausentemos de la Cena del Señor, o de las visitas frecuentes y diarias al Sagrario, o a la Exposición del Santísimo, no sólo seguiremos con esas escamas en nuestros ojos, que nos impiden reconocer, amar y abrazar al peregrino, como al Hijo de Dios, sino que seguiremos, cometiendo el error, de edificar nuestras vidas y este mundo, en la base de nuestra debilidad. Sólo "Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6). Sin la vivencia honda y sincera de la Eucaristía, seguiremos caminando en la noche de la tormenta, sin escuchar que nos dice: ¡Ven, no me tengas miedo! porque Él nos levanta con su Fortaleza y con su Gracia. Él es nuestra roca, sobre la que sí hemos de edificar nuestras vidas y nuestra humanidad. En medio de la noche de la tormenta, es donde el verdadero discípulo misionero, encuentra al peregrino de la vida, y va confiado hasta Él, sin miedo ni cobardías. En medio de esa tormenta, encontramos el Amor de Cristo y a la Madre del Amor, la Santísima Virgen María.
En la noche de su mayor prueba, se nos regala el don de la Eucaristía, del Amor Fraterno y del Sacerdocio. Ahí, precisamente ahí y en esa noche de la tormenta. Porque el Amor se da cuando más hace falta y cuando más se necesita. La fracción del pan, es y seguirá siendo la prueba de ese amor fiel por cada persona, y el aliento para el anciano, la salud para el enfermo, la esperanza para el decaído. Es el Misterio de nuestra Fe. Por eso aclamamos llenos de júbilo después de la consagración: ¡Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Ven Señor Jesús! No dejes de venir Señor, no dejes de caminar al lado de cada persona, aunque la mayoría de las veces no te hagamos caso, te echemos por nuestros pecados, o te confundamos con un fantasma. Somos débiles todos y todas y bien sabe nuestro corazón que te necesitamos.
San Manuel González García, obispo defensor de la Eucaristía, decía: "¿Cómo podríamos sostenernos sin claudicar, si no es con la fuerza interior que nos brinda el Señor en el sacramento eucarístico? Sin ella nos faltarían las fuerzas para mantener viva la esperanza".
Querido amigo, amiga y feligrés, Ya sabemos, por tanto, donde reside la confianza, la esperanza y la vida. En la intimidad con el peregrino en la oración y en la Eucaristía. Ahí nos debemos acordar de los alejados de la fe, de los ausentes, de aquellos que nos han dado con las puertas de sus corazones en las narices, pero, sobre todo, de lo que les cuesta perdonar, tender de nuevo el mantel del hogar, los platos de la familia, los cubiertos de la amistad, y el alimento pascual. Cristo y la oración nos llevan a caminar y a salir por los caminos de la vida a anunciar que no es un fantasma, sino el Peregrino- Pastor que nos ama, alienta y cuida.
Aprendamos a conocer al Señor en la fracción del pan. Aprendamos como la Santísima Virgen María, a gozar de cada Misa, y vivamos como ella la humildad, el servicio incondicional, la esperanza y la caridad sin condiciones.
Ese divino peregrino nos pide a todos que, a nuestra humanidad, les demos de comer, los escuchemos, los aliviemos de tanta angustia, soledad, llanto, muerte y dolor. Hay mucha gente, más de lo que nosotros pensamos, que anda buscando al peregrino, y no lo ven, aunque lo tienen muy cerca de sus vidas, porque camina a su lado. Muchas personas, que siendo esclavas "del qué dirán", "de la opinión de los demás", no se atreven a poner su corazón pegado al corazón del Señor.
Empecemos este curso pastoral 2020- 2021 con la ESPERANZA puesta en el Señor y dejando que el DIVINO- PEREGRINO, guíe nuestras vidas y la de nuestros hermanos, vecinos, familiares, trabajadores y residentes del Hogar Santa Rita.
Como dijo nuestro Papa emérito, "a Dios nunca se le ha escapado la historia de la humanidad de las manos ".
¡ÁNIMO Y ADELANTE PORQUE TODO LO PODEMOS EN CRISTO QUE NOS FORTALECE!.
"Aspiremos a las cosas del cielo y no a las de la tierra".Yo rezo siempre por tí. Reza siempre por mí.
Vuestro para siempre y siempre adelante.
Gabriel Benítez Pérez.
Cura- párroco de Ntra. Sra. de Guadalupe. Toscal-Longuera, Los Realejos.
San Antonio de Padua, Puerto de La Cruz.
Capellán del Hogar Santa Rita de Casia, Puerto de La Cruz.
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