"Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra" .
(Colosenses 3, 2).
El cristiano, fundamentado en su fe, no espera simples acontecimientos o cambios, sino que espera en Aquél a quien ama y por quien se siente profundamente amado. Por eso el futuro para él no es simple espera sino «esperanza confiada y serena». Como ser humano, el cristiano también vive las expectativas terrestres, pero es la esperanza cristiana la que presta a aquellas un sentido y un contenido, para que no degeneren en inquietud angustiosa.
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