Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de te humilde fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro « sí » ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús. Tú, llena de la presencia de Cristo, llevaste la alegría a Juan Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre. Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor. Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia evangelizadora. Ayúdanos ahora con un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte. danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga. Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre y se detenga en su pasión por instaurar el Reino. Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor de los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.
(Evangelii Gaudium)
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