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lunes, 23 de abril de 2018

Los presbíteros participan del sacerdocio de Cristo, Cabeza de la Iglesia, y son, por ello, verdaderos sacerdotes que cumplen su ministerio propio como colaboradores de los obispos.



Para ejercer en la Iglesia el ministerio sacerdotal es necesario recibir el sacramento del Orden. Este sacramento constituye obispos y presbíteros, para siempre, a los cristianos que han recibido de Dios esta vocación. Los obispos reciben la plenitud del sacerdocio o sacerdocio supremo. El episcopado hace del obispo el signo y el ministro de la unidad de la Iglesia local, en su interior y en la comunión de las Iglesias, expresada por el Colegio Episcopal presidido por el obispo de Roma, el papa. Los presbíteros participan del sacerdocio de Cristo, Cabeza de la Iglesia, y son, por ello, verdaderos sacerdotes que cumplen su ministerio propio como colaboradores de los obispos. Son ungidos colegialmente en torno al pastor de la Diócesis y llamados a ejercer el ministerio de unidad en el ámbito a ellos confiado. También los diáconos reciben el sacramento del Orden. Aunque éstos no son sacerdotes, sí son verdaderos ministros de Cristo y de la Iglesia. El diaconado es signo e instrumento del servicio de la Palabra y de la caridad en la comunidad a la que es enviado. Los tres grados de ordenación -obispos, presbíteros y diáconosconstituyen lo que se llama la Jerarquía de la Iglesia.
El sacramento del Orden se celebra de esta manera: los obispos imponen las manos a los que van a ser ordenados y oran con ellos a Dios para que les envíe al Espíritu Santo a fin de que reciban la consagración necesaria para el ministerio que se les encomienda, y lo ejerzan con fidelidad.

Carta de
Mons. D. Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza

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