Vivimos momentos complejos y recios. La Iglesia nivariense, asistida siempre por el Espíritu Santo, está respondiendo a los retos que plantea esta situación de pandemia para su vida y misión. “El peligro de contagio de un virus debe enseñarnos otro tipo de ‘contagio’, el del amor, que se transmite de corazón a corazón”, señala el papa Francisco.
Con más preguntas que respuestas, compartiendo las incertidumbres de este tiempo, pero fiados y acompañados por Dios, miramos hacia delante para desplegar la mayor y mejor pastoral posible, que pasa por la cercanía al cotidiano vivir, a las personas vulnerables; por la profundización en la espiritualidad y en la vida sacramental. “Cada vez que intentemos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual” (EG n. 11). “Un plan para resucitar” al mundo ante la crisis sanitaria que vivimos, requiere reflexionar y trabajar juntos, como seguidores del Jesús sanador, para construir un mundo mejor, lleno de esperanza. Esta es la tarea de esta Iglesia cuatro veces insular para esta hora. Si después de esta tormenta vamos identificando la presencia íntima de Dios en nuestra oscuridad diaria y en las existencias frágiles de los otros, estaremos avanzando en un buen camino. Es tiempo, por tanto, de “sembrar la esperanza en medio de tanto sufrimiento y desconcierto” porque la vida sigue y seguirá con y después de la pandemia.
Antonio Pérez Morales
Vicario general
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