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jueves, 26 de junio de 2014

ENTREVISTA A JESÚS CALERO, MISIONERO JAVERIANO EN EL CHAD

“EN EL CHAD NO EXISTE LO SUPERFLUO, LA GENTE VIVE CON LO ESENCIAL"  
El Chad, país de África central, es el hogar de más de 200 etnias. El Índice de desarrollo humano de la ONU coloca a este país como el quinto más pobre en el mundo, ya que el 80% de la población vive por debajo del umbral de pobreza.
Desde 2008, Jesús Calero, misionero javeriano, natural de El Paso en La Palma, tiene su “segunda casa” en este país cuyas lenguas oficiales son el francés y el árabe. Calero hizo su consagración definitiva al Señor en la familia de los misioneros javerianos el 7 de octubre de 2010. Un año más tarde, concretamente el 19 de junio de 2011, fue ordenado presbítero.
-P.- ¿Qué balance haces de estos años de servicio pastoral en El Chad?
-R.- Estoy muy contento. Yo llegué a El Chad antes de hacer la profesión definitiva. Primero estuve en una comunidad en Camerún en 2007 para estudiar el francés. Fueron 9 meses. Luego, en 2008 me fui a la ciudad de Bongor, en El Chad y desde ese momento estoy trabajando allá. Nuestro trabajo está basado en el anuncio de la Palabra de Dios, acompañar el catecumenado, pastoral de jóvenes, etc. Quizás la novedad es que en los últimos dos años, la diócesis me ha encargado del diálogo interreligioso, porque hay diversos problemas de relación entre los musulmanes y los cristianos.
-P.- ¿Cuál es el carisma de los misioneros javerianos?
-R.- El carisma de los misioneros javerianos es el Primer Anuncio. Allí sentimos que estamos realizando ese carisma porque es una diócesis joven. En la actualidad, celebramos el jubileo, es decir, los 50 años de la creación de la diócesis. Todavía hay muy poco clero local y nuestro trabajo es muy necesario. Hay una sed muy fuerte de Dios. Estoy seguro de que si fuéramos mayor en número, la cantidad de cristianos crecería mucho más.
-P.- ¿Cómo es tu día a día en El Chad?
-R.- Me levanto a las 5 de la mañana cada día, tomo mi cafecito, me ducho y preparo la Palabra de Dios. Luego, a las 6 de la mañana tenemos la Misa diaria. La gente allí se guía por el sol, no hay luz eléctrica todavía., entonces desde que el sol sale, la gente se levanta y, por la noche, a eso de las ocho u ocho y media, todos están ya en sus casas acostados. Después de la Misa, estamos en la parroquia. Yo llevo también un centro cultural-biblioteca para los jóvenes. Eso me permite el contacto con muchos de ellos. Una biblioteca es algo fundamental allí porque nadie tiene un libro. Incluso, los profesores vienen a preparase el curso en nuestro centro cultural. Después, varios días a la semana voy a pequeños poblados. Me muevo mucho con la moto a esos núcleos para seguir con el catecumenado, acompañar a la gente, trabajar con los jóvenes, etc. También llevamos la radio de la diócesis.
-P.- Comentas que allá nadie tiene un libro. ¿Qué me dices de Internet, móviles, etc.?
-R.- Móviles hay. Las compañías montan torretas con grupos electrógenos. Así es la globalización. No hay luz en el país, solo mediante grupos electrógenos y funciona por momentos, incluso en la capital, pero las grandes compañías de teléfono ponen sus torretas con grupos y funciona.
-P.- Cada vez que regresas a Canarias ¿cuáles son las principales diferencias que encuentras en los modos de vida?
-R.- La vida allí es totalmente diferente. Se basan en una economía de subsistencia. No hay nada de superfluo, la gente vive con lo mínimo. Las casas son de barro, los techos de paja. Si las lluvias son fuertes, se les cae y las tienen que hacer de nuevo. Cada año hay que cambiar la paja de la casa antes de la lluvia. Comen dos veces al día. Antes de recoger el nuevo grano, cuando les va quedando poco en el granero, comen incluso una vez al día nada más. Por otro lado, suelen tener muy poca ropa. Los jóvenes que van a la escuela tienen una sola y la lavan cada día. La escuela empieza, normalmente, en octubre pero algunos no van hasta noviembre porque primero se dedican a la pesca. De esa forma logran ganar un poco de dinero para comprar un cuaderno o la ropa de la escuela. Es otro tipo de vida totalmente diferente, viven solo con lo esencial.
-P.- Todo ello habrá marcado profundamente tu experiencia de fe, ¿verdad?
-R.- La fe es un camino que se hace junto a ellos. Todos, yo el primero, nos enriquecemos mucho. Una de las cosas que más me ha gustado viviendo con ellos es que he comprendido mejor el Antiguo Testamento. Sus tradiciones y costumbres me recuerdan un poco a lo que se ve en el Antiguo Testamento. Allí todavía se da la poligamia, la ley del talión, etc. Caminando junto a ellos, ves como van descubriendo quién es Jesús y como purifica la cultura. El esfuerzo por parte nuestra es intentar vivir con sencillez, compartir las alegrías y las penas como dice la Gaudium et spes, compartir lo que ellos sienten.
Eso es lo que hace que me sienta vivo, útil y en las manos de Dios. El celo pastoral con el que me fui no se ha apagado y sigo contento y motivado. Siento que lo que estoy haciendo es importante, aunque sea un granito de arena porque nosotros no cambiamos el mundo. Además, estoy convencido de que si quiero cambiar algo, debo empezar por mí mismo. Que me vean vivir lo que predico, es lo más difícil.

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