El Papa Francisco, en el mensaje para la XLIX Jornada Mundial de la Paz que se celebra el próximo 1 de enero de 2016, hace un llamamiento a las personas, las sociedades y los Estados asuperar la indiferencia hacia los demás, especialmente los más necesitados, y asumir “compromisos concretos” que promuevan una “cultura de solidaridad, misericordia y compasión”, como único camino a la paz.
En su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Francisco afirma que “la indiferencia ante el prójimo es hija de la indiferencia ante Dios” y llama la atención sobre la indiferencia de quienes prefieren “no informarse y vivir en su bienestar”, pero también la de quienes se informan “de manera frívola”, conociendo vagamente “los dramas que afligen a la humanidad”, pero sin sentirse “comprometidas”, y sin ser capaces de vivir “la compasión”.
El Papa va más allá de la indiferencia personal, al afirmar que alcanza “la esfera pública y social”, hasta constituir una “grave falta al deber” de contribuir al bien común, “de modo particular a la paz”. Cuando la indiferencia afecta al plano institucional y se combina con “una cultura orientada a la ganancia y el hedonismo”, se llegan a justificar “políticas económicas deplorables, premonitorias de injusticias, divisiones y violencias”. En esta “globalización de la indiferencia”, no queda tampoco al margen la indiferencia respecto al ambiente natural; en este sentido, el Pontífice expresa su preocupación por las guerras pasadas o futuras “a causa de la falta de recursos o para satisfacer” su insaciable demanda.
Para dar el paso “de la indiferencia a la misericordia”, Francisco pide “la conversión del corazón” al modo de Jesús, que “se ha encarnado y se ha mostrado en todo solidario con la humanidad, menos en el pecado”, y subraya que “Él no se limitaba a enseñar la muchedumbre, sino que se preocupaba de ella, especialmente cuando la veía hambrienta o desocupada”. En la parábola del buen samaritano, Jesús enseña a sus discípulos, “a que aprendan a detenerse ante los sufrimientos de este mundo para aliviarlos, ante las heridas de los demás para curarlas, con los medios que tengan, comenzando por el propio tiempo, a pesar de tantas ocupaciones”.
Para promover una cultura de la solidaridad y la misericordia, que venza la indiferencia, el Papa ofrece caminos concretos a las familias, a los educadores, al mundo de la cultura y a los medios de comunicación. También pone ejemplos concretos de “actuaciones loables, que demuestran cómocada uno puede vencer la indiferencia si no aparta la mirada de su prójimo”. Entre ellos, menciona a “muchos sacerdotes y misioneros que, como buenos pastores, permanecen junto a sus fieles y los sostienen a pesar de los peligros y dificultades, de modo particular durante los conflictos armados”; o a las familias que han abierto “sus corazones y sus casas” para acoger a quienes tienen necesidad “como los refugiados y los emigrantes”.
Finalmente, y “en el espíritu del Jubileo de la Misericordia”, el Papa Francisco invita a que cada uno reconozca “cómo se manifiesta la indiferencia en la propia vida” y sugiere “adoptar un compromiso concreto para contribuir a mejorar la realidad”, apuntando medidas explícitas para los Estados. A éstos, el Santo Padre les pide prestar atención a los encarcelados, mejorando “las condiciones de vida en las cárceles”, dando una atención especial a “quienes están detenidos en espera de juicio”, introduciendo en las legislaciones vigentes “alternativas a la prisión” y aboliendo “la pena de muerte donde esté todavía en vigor”.
También a los Estados recomienda que respeten a los emigrantes, y pide que las legislaciones vigentes “estén inspiradas en la voluntad de acogida, en el respeto de los recíprocos deberes y responsabilidades” y se preste atención a las condiciones de residencia, “recordando que la clandestinidad corre el riesgo de arrastrarles a la criminalidad”.Francisco exhorta asimismo a los Estados a considerar que “la falta de trabajo incide gravemente en el sentido de dignidad y en la esperanza” y pide “la creación de puestos de trabajo dignos, para afrontar la herida social de la desocupación”.
Finalmente, hace un “triple llamamiento”: “para que se evite arrastrar a otros pueblos a conflictos o guerras”; “para abolir o gestionar de manera sostenible la deuda internacional de los Estados más pobres”; y “para la adoptar políticas de cooperación (…) respetuosas de los valores de las poblaciones locales y que, en cualquier caso, no perjudiquen el derecho fundamental e inalienable de los niños por nacer”.
Para leer el texto completo del mensaje
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