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domingo, 7 de febrero de 2016

«Cuaresma: preparación y perdón»



La Cuaresma es un tiempo privilegiado de preparación personal. Es una pequeña travesía del desierto para repensar nuestra propia vida a la luz del misterio de Cristo y prepararnos renovados para la celebración de la Pascua.
Este año debería tener un especial significado ya que celebramos el Año Santo de la Misericordia, y el mismo Papa nos invitaba en su convocatoria del Jubileo a que “la Cuaresma de este año jubilar sea vivida con mayor intensidad como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” (MV 17). También nos recuerda en su mensaje para la Cuaresma de 2016 que “la Misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona este anuncio”.
La Cuaresma es un tiempo de interiorización para sembrar de nuevo el Evangelio en nuestros corazones. Un tiempo para el perdón y un tiempo para la acción que se manifiesta en nuestra capacidad de ejercer las obras de misericordia con los demás.
La Misericordia de Jesús encomendada a sus discípulos para poder ser verdaderos hijos del Padre se manifiesta sobre todo en la capacidad de perdonar a los demás. Perdón que se hace oración en el padrenuestro que comprende a todos aquellos que están en deuda con nosotros y que se extiende en las bienaventuranzas a todos aquellos que nos persiguen, nos difaman, nos tratan mal… Estos son, en esencia, nuestros enemigos. Este es el gran reto para un cristiano: dar y extender el perdón a todos aquellos a los que se nos hace difícil perdonar.
Se piensa en determinados ambientes que el perdón es una muestra de debilidad. El perdón no es un signo de flaqueza sino que siempre es una victoria sobre uno mismo. Es una decisión deseada y querida con la cual, desde una profunda responsabilidad, nos situamos más cercanos al amor y más fuertes ante el odio o ante aquellas razones humanas que antepondrían nuestro propio egoísmo a la capacidad de amar y perdonar sin condición.
El perdón es también una forma eficaz de transformar en amigos a nuestros propios enemigos, porque el perdón incondicional siempre responde al mal con el bien ya que el mal no vence al mal sino que el mal es vencido por el amor (cf. Rm 12,21).
En ocasiones anteponemos la justicia al perdón, porque nos parece más ético proponer una cultura de la justicia por encima de una cultura del perdón. Pero perdonar es una forma de que la justicia tenga un rostro más humano. Aquí yace el sentido más profundo de la misericordia como sentimiento que nace de nuestras entrañas y se vuelca sin condición a los demás. El papa Francisco siempre repite que “antes nos cansaremos nosotros de pecar que Dios de perdonar”.
Aprovechemos este tiempo de Cuaresma para pedir el perdón personal al Padre que nos ama, revisar desde el fondo de nuestro corazón cómo nos interpela la Palabra de Jesús y cómo desde nuestra conversión perdonamos y amamos a los demás. Prepararemos con ello una buena Pascua.
+Juan José Omella Omella
Arzobispo de Barcelona 

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