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lunes, 6 de marzo de 2017

Involucrados. Desierto y Jardín.


Del desierto al jardín
Camino Cuaresmal…

Leer la Biblia es una tarea para la que necesitamos, como dice Dolores Aleixandre, «una buena luz que nos haga lúcidas y una escoba para barrer tanto polvo
acumulado que oculta la valiosa moneda que andamos buscando» .
Este itinerario «del desierto al jardín» pretende ser una
ayuda en la reflexión de estos días que culminarán con el Pregón Pascual. Pedimos, para comenzar, la intercesión de algunas mujeres bíblicas que nos acompañarán en el
camino:

Que Eva
nos dé la esperanza para escoger la vida
y conservarla en nuestra marcha hacia la Pascua.
Que recibamos de Sara
la fe para seguir nuestro sueño por el desierto
y para creer que lo imposible es posible.
Que, como la Samaritana,
volvamos a casa anunciando que Jesús
nos ha dado el agua de la vida.
Que la madre del ciego nos ayude a ver al Señor,
presente siempre en medio de nuestras tinieblas.
Que Marta, la hermana de Lázaro,
nos regale su fe y la valentía para expresarla
en momentos difíciles.
Que Mana, la madre de Jesús,
nos muestre el fruto bendito de su vientre,
también en la noche de la fe.
Que con Mana Magdalena no tengamos miedo a amar
ni a presentarnos como «apóstol de los apóstoles».

1º DOMINGO DE CUARESMA
Del jardín al desierto (Gn 2,7-9; 3,1- 7)
Mi nombre es Eva, que significa «madre de los vivientes», un buen nombre para este relato que revela el proyecto vivificador de Dios para el mundo y para la humanidad.

La narración de Gn 2,7-9; 3,1-7 sitúa a Dios como origen
de todo lo creado. En esa creación, el ser humano ocupa un
lugar destacado.

. El ser humano (adam) es modelado del barro de la tierra (adamá) y alentado por el soplo divino. Como alguien formado de la tierra, participa de la dimensión animal, pero como lleva en sí el aliento divino, tiene una dignidad que no comparte con ninguna otra criatura. El equilibrio entre ambas dimensiones es frágil
. El Señor Dios se preocupa por preparar al ser humano una morada cómoda. En su desvelo, el Dios alfarero se transforma en Dios jardinero: «Plantó un jardín en Edén y en él puso al ser humano» (Gn 2,8). Lo libra del árido polvo de donde le había formado y le introduce en un lugar fértil.
. Creado con capacidad de elección, el ser humano, varón
y mujer, se equivoca al elegir (Gn 3,1-7). De la tentación
pasa a la caída: elige una opción contraria a la voluntad de Dios.

Podéis continuar la lectura del libro del Génesis. El Señor Dios se convierte en sastre y en modista (Cfr. Gn 3,21). No quiso despreocuparse del ser humano después de su pecado, porque con el pecado Dios no rompió su historia de amistad con la humanidad. Eso sí, el ser humano debió aceptar las consecuencias de su elección equivocada no en el jardín, sino en el desierto. Con todo, Dios seguirá buscando un ser humano que se fíe de él para iniciar el camino inverso: del desierto al jardín.
PARA REFLEXIONAR 
¿De qué manzana comieron Adán y Eva?

El fruto «hermoso de ver y deseable» que comieron Adán y Eva tiene hoy muchos nombres:
. Manzana del TENER, del consumismo generalizado que se coloca sobre el «ser».
. Manzana de PODER. Se da todo por adquirir influencias, armas, negocios, victorias.
. Manzana de BELLEZA. Es el culto al cuerpo.
Se da todo por conseguir la juventud perenne, el encanto irresistible según la moda.

Todas ellas, y muchas más, son manzanas apetitosas, «buenas para comer, hermosas de ver y deseables para adquirir sabiduría» (Gn 3,6).
Pero todas ellas nos sacan del jardín y nos mantienen en un desierto oscuro de sufrimiento.

La opción de Jesús: ser Hijo
Frente a estas actitudes, el evangelio nos presenta a Jesús en el desierto (Mt 4,1-11). Llevó al desierto las opciones humanas equivocadas que siguen alejándonos del jardín: la búsqueda del éxito en el tener, el ansia de poder y de dominar. Allí, rechazando la tentación, nos ha mostrado el camino para abandonar los desiertos y volver al jardín: no olvidar que somos criaturas, más aún, hijos de Dios, y como tal nuestra vida debe estar marcada por la voluntad del Padre.
Oración
¡Verbo Eterno, Padre de mi Dios!
quiero pasar mi vida escudándote;
quiero prestar oídos dóciles a tus enseñanzas,
para que seas mi único Maestro.
Y, luego, a través de todas las noches,
de todos los vacíos,
de todas las debilidades,
quiero mantener mis ojos clavados en Ti
y permanecer bajo el influjo de tu luz.

Sor Isabel de la Trinidad
Juan Jáuregui

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