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jueves, 2 de noviembre de 2017

Testimonio de Resurrección

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EXPERIENCIA DE FE DE LA RESURRECCIÓN DE JOSEFA

El día 21 de febrero de 2006, de regreso a mi casa, sobre las 9 de la noche, se me anuncia el ingreso por urgencias de mi tía, en estado muy grave. Esa noche me la pasé en mi habitación esperando acontecimientos, sin poder descansar.
Por un momento estuve a punto de perderme en pensamientos mundanos, referente a la muerte, digamos que podía haber caído en tentación.

Decidí coger la Biblia y elegí un salmo, el 141. Sin haberlo leído nunca, me ayudó bastante para hacer oración y vivir este momento.
El primer versículo del salmo dice: “Señor, te llamo, ven a mí sin demora, oye mi voz cuando te grito”.
Estaba muy triste, por eso me agarraba a cada línea del salmo y de ellas hacía una oración. Después de esto pude descansar tranquilo.

Cuando decido escribir esta historia, me preguntó el porqué de este salmo, que no le encontraba sentido con lo que estaba viviendo en estos momentos. Pero me fijo bien y veo que tiene que ver con caer en la tentación o vivir la marcha de un ser querido desde la muerte y no desde la vida.
Al día siguiente, en mi visita al hospital, me pongo en contacto con el capellán para que recibiera mi tía la unción de los enfermos. Ella se encontraba en estado crítico. En la habitación estábamos el capellán, una prima (que no vive la fe), mi tía y yo. Fue una experiencia gratificante a pesar de que estábamos en urgencias y entre cortinas, y pese a todo esto, percibimos una gran tranquilidad, cosa que mi prima también me lo comentó haber sentido lo mismo. Ese día precisamente estaba en las lecturas el salmo 23 .
Desde ese momento ya empezaba a vivir la resurrección de mi tía y no su muerte, y el Señor me puso estas palabras en la boca para transmitirlas a mi prima, la cual también se tranquilizó.
Después de dos días en urgencias, el día 25 a las 5 de la mañana, parte con el Señor.
En el tiempo que el cadáver estuvo en el tanatorio y por supuesto, después de llorar en varias ocasiones, y sintiendo como humano la falta de su presencia física, me empezaba a notar raro. Una de las veces que hablé con alguien del grupo me dice “aprovecha el momento que estás viviendo para evangelizar”.
En este salmo 141, el versículo 3 dice “¡Pon, Señor, un guardia ante mi boca y vigila las puertas de mis labios!”. Por supuesto, este versículo se refiere a, cuando abrimos la boca, que no sea para levantar falsos testimonios, pero sí para hablar de un Dios de vivos y no de muertos, testimonio que pude transmitir a muchas personas que se encontraron ante mí en esos días.

Por eso en el momento de la despedida del cadáver, es cuando me veía como antes decía “raro”, ¿por qué?, porque mientras todos lloraban yo percibía que no nos estábamos despidiendo de Josefa, sino tan sólo de un cuerpo sin vida. Porque para mí, ella siempre vivirá en mi corazón y en la presencia del Señor.
Que casualidad el día 25, fecha del fallecimiento, estaba el salmo 140. ¿No será que cuando hacemos oración tenemos que estar atentos para recibir señales?. ¿No podríamos ver esto como un mensaje del Señor diciéndonos, “no ha muerto, sigue viva”?.
Estas cosas que cuento para el resto de los humanos son ordinarias, pero para el creyente tiene que ser extraordinario.
Le pido al Señor por el alma de Josefa, y le doy las gracias porque en estos días él me abrió la boca no para maldecir, sino para gloria suya.
Reinaldo Rodríguez Bermúdez
Febrero de 2006.

Fuente: Diócesis de Canarias. 


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