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martes, 13 de marzo de 2018

Sin adolescentes y jóvenes, con vocación al sacerdocio, no hay Seminario nos dice el Obispo Diocesano

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Día del Seminario 2018

Queridos diocesanos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos:
Como cada año, con ocasión de la Fiesta de San José, estamos llamados a celebrar el Día del Seminario. Lo hacemos, ante todo, dando gracias a Dios por los beneficios recibidos mediante el Seminario Diocesano: en el se han formado los sacerdotes que con su vida y ministerio prolongan entre nosotros la misión y la figura de Cristo, Cabeza y Pastor de la Iglesia.
En efecto, la razón de ser del Seminario es la formación de nuestros futuros sacerdotes, de aquellos que tiene la misión de ser en la Iglesia: predicadores de la Palabra de Dios, ministros de los Sacramentos y guías de nuestras comunidades cristianas. A nadie se le oculta que del Seminario dependen en gran medida el futuro de la fe y la vida cristiana de nuestras parroquias y comunidades eclesiales. De hecho, todos desean tener buenos y santos sacerdotes, que sean entregados y generosos, disponibles y serviciales, bien formados y cercanos a las necesidades de todos. Hombres de Dios, que sean verdaderos pastores de la comunidad en nombre y representación de Cristo.
Por eso, todos estamos llamados a renovar nuestro compromiso con el Seminario. Conscientes de su importancia para la vida de la Diócesis, debemos sentirlo como algo muy nuestro y, en consecuencia, implicarnos en su misión, apoyándolo en todos los sentidos: con nuestra cercanía física y espiritual, con nuestra oración personal y comunitaria y con nuestro apoyo económico. Particularmente, es muy importante el apoyo y estimulo que podemos prestar a cada seminarista en particular, valorando su voluntad de ser sacerdote y prestándole apoyo en los momentos difíciles.
Pero, no podemos olvidarnos de algo fundamental. Sin adolescentes y jóvenes, con vocación al sacerdocio, no hay Seminario. Por eso, junto a la preocupación por los seminaristas que ya tenemos —ciertamente, pocos para nuestras necesidades—, las familias cristianas, todos los sacerdotes y demás responsables de pastoral, catequistas, profesores de Enseñanza Religiosa, etc, debemos estar siempre motivados para promover las vocaciones al sacerdocio y para acompañar a quienes se lo están planteando.
No podemos permanecer indiferentes ante la escasez de vocaciones, como si no fuera asunto nuestro. Dios siempre se vale de mediaciones, nos necesita para mirar y llamar, en su nombre, a aquellos que Él ya ha elegido, aquellos en los que Él ya ha depositado la semilla de la vocación. No lo dudemos, Espíritu Santo siembra con abundancia la semilla de la vocación. A nosotros nos encomienda el cultivarla. En gran medida, de nosotros depende que los niños, adolescentes y jóvenes, puedan encontrarse cerca del Señor para descubrir y responder a aquello a lo que le llama a cada uno.
Pido a Dios que nos ayude a comprometernos con esta tarea, tan importante y necesaria para el presente y futuro de nuestra Diócesis, y de la Iglesia entera.

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