Tú que callas, ¡oh Cristo! para oírnos, oye de nuestros pechos los sollozos; acoge nuestras quejas, los gemidos de este valle de lágrimas. Clamamos a ti, Cristo Jesús, desde la sima de nuestro abismo de miseria humana, y tú, de humanidad la blanca cumbre, danos las aguas de tus bienes.
Miguel de Unamuno
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