ACTUALIDAD

martes, 29 de enero de 2019

«El Estado no se puede quedar al margen de la atención espiritual de los enfermos»

zeque capilla


Fuente: Archidiócesis de Burgos. 

Son igual que el resto del personal del Hospital Universitario de Burgos: tienen sus tarjetas de acceso a zonas reservas a los médicos, como la UVI o el parking de empleados; están sujetos a un determinado horario laboral; llevan un busca en el bolsillo para estar localizados en todo momento; comen junto a la plantilla en el restaurante del complejo hospitalario y también visten bata blanca. Sin embargo, su especialidad médica no se circunscribe al ámbito físico, sino espiritual. Los capellanes del HUBU están allí cumpliendo también con un servicio público, el de dar respuesta a una de las necesidades más acuciantes cuando llega la enfermedad, la de paliar los dolores del alma. «El Estado no se puede quedar al margen de la atención espiritual de los enfermos, es un derecho de los pacientes, porque el ser humano no es un sujeto simplemente físico, es también espiritual. Y ahí es donde entra también la Iglesia, que debe acompañar a los enfermos igual que hizo Jesús».

Así habla Ezequiel Rodríguez Miguel, el coordinador del trabajo que realizan junto a él otros dos sacerdotes, Pablo Gutiérrez y Amancio Martínez. Entre los tres se reparten la atención pastoral en el extenso complejo asistencial, que va desde celebrar la eucaristía, confesar a los pacientes, administrar el sacramento de la unción de los enfermos o, simplemente, charlar. «Intentamos acompañar procesos en la medida de nuestras posibilidades y nos gustaría escuchar más, atender más las solicitudes… pero aquí hay mucho trabajo», revela Rodríguez, a quien muchos llaman cariñosamente con el sobrenombre de «Zeque».

En efecto, las cifras dan cuenta del trabajo realizado. Solo en el último trimestre de 2018, los capellanes del HUBU visitaron 4.100 habitaciones y distribuyeron 1.500 comuniones; administraron 146 unciones de enfermos y confesaron a 54 pacientes que solicitaron el sacramento del perdón. Además, las llamadas a su busca o al teléfono móvil les empujaron a hacerse presentes en 177 intervenciones en urgencias hospitalarias y acompañar en el duelo por la muerte repentina de algún ser querido a 27 familias.

Y es que su trabajo no solo se circunscribe a los pacientes, sino que se alarga hasta sus familiares y amigos e, incluso, al propio personal sanitario. «El acompañamiento a las familias es muy importante –revela Zeque–, pues ellas sufren tanto o más que los enfermos, con angustia y en muchas ocasiones con doblez, pues intentan ser fuertes ante los pacientes pero después se derrumban cuando hablan con nosotros». Con el resto del personal del hospital, «el trato es siempre muy cercano; el trabajo quizás nos impide conocernos más, pero siempre nos saludamos con agrado y los médicos y enfermeras colaboran con nosotros, avisándonos de las peticiones de los pacientes e informándoles del servicio de capellanía católica». Su presencia es callada y silenciosa pero su quehacer sirve para «intentar humanizar la medicina y el propio hospital». De ahí que también asistan con asiduidad a cursos específicos de formación: «Hay que estar muy bien formados, nuestro trabajo es delicado y hay que lograr personas idóneas para desempeñar la capellanía».

Tanto trabajo bien podría requerir la presencia de más sacerdotes. Sin embargo, los capellanes cumplen escrupulosamente con la ley y los convenios de colaboración entre la diócesis y las instituciones públicas. «Los convenios exigen que la atención espiritual esté cubierta las 24 horas del día y por eso somos tres capellanes, para que con tres turnos de ocho horas cubramos un día completo». Existen protocolos marcados entre la Conferencia Episcopal y el ministerio de Sanidad, así como entre la diócesis de Burgos y SACYL, y los propios capellanes hacen memoria de su trabajo para entregar a la Gerencia del Hospital, con quien «existe muy buen trato».

Zeque asegura que su presencia en el Hospital «no es un privilegio, sino un deber del Estado y de la Iglesia», que deben cubrir las necesidades espirituales de los enfermos. De hecho, los capellanes aseguran que pocas veces encuentran rechazo a su labor y que los propios pasillos del HUBU «favorecen nuestra misión como representantes de la Iglesia de llevar a Jesús a quienes están sufriendo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario