Fuente: Archidiocesis de Burgos.
Alicia Alejos Garrido y Jesús María Herrero Francés residen en Burgos pero todos los fines de semana viajan al pueblo de ella, San Miguel de Pedroso, para participar en las celebraciones dominicales.
Alicia Alejos Garrido y Jesús María Herrero Francés son matrimonio con un hijo y residen en la capital burgalesa. Él es técnico de mantenimiento en una empresa y ella profesora en una academia de su propiedad. Pertenecen a la parroquia de la Inmaculada aunque todos los fines de semana viajan a la pequeña localidad de San Miguel de Pedroso, el pueblo natal de Alicia, para participar en las celebraciones religiosas. El pueblo cuenta con apenas 20 vecinos y están muy implicados en las actividades de la parroquia para que puedan mantenerse. El temor de esta pareja es que, con la despoblación y el descenso del número de sacerdotes, todo termine perdiéndose.
A ambos les encanta ir cada fin de semana al pueblo porque existe un contacto mucho más directo entre las personas, explica Alicia. «Se vive mucho más en comunidad y en las fiestas y las actividades que se organizan participa y toda la gente». Reconocen que, en comparación con otros pueblos, la situación no es mala. «La verdad es que nosotros no nos podemos quejar, porque tenemos misa todos los domingos ya que se alternan los dos sacerdotes de Belorado y va bastante gente porque los fines de semana el pueblo se llena. Pero lo mejor es que hay un buen ambiente de colaboración, con personas de 90 años que hacen peticiones, también nosotros preparamos la Liturgia de la Palabra y tenemos un coro de gente variada, desde niños hasta personas mayores». Además, añaden, «la misa en nuestro pueblo es mucho más familiar, todos nos conocemos y participamos como una gran familia. En las parroquias de la capital esto es muy difícil de conseguir».
En su opinión, «mantener las celebraciones en el pueblo es muy importante, porque además sirve «para reunir a la gente una vez a la semana, por eso es fundamental que todas las semanas tengamos la iglesia abierta y que sirva como punto de encuentro social de toda la gente del pueblo que quiera ir». No ha sido fácil, advierten. «Ha sido necesario que todos pongamos de nuestra parte y que haya compromiso en conseguirlo. Los sacerdotes de Belorado, que tienen que atender a varios pueblos, nos dijeron que la misa solo era posible a las dos de la tarde, una hora un tanto tardía y que no venía igual de bien a todos. Pero con buena voluntad, los vecinos y quienes vamos los fines de semana hemos aceptado ese horario, porque queremos tener la misa en nuestro pueblo y mantener este punto de encuentro entre nosotros».
De cara al futuro a priori no son muy optimistas con respecto a las celebraciones del domingo, ya que «es un problema que va conectado a toda la situación que padece el mundo rural, en el que existe un abandono social desde los años 60, cuando vivir en los pueblos no se valoraba bien. Todo ello ha contribuido también al abandono religioso en el medio rural, agravado por la falta de sacerdotes. La despoblación es un grave problema y la solución debe venir desde todos los ámbitos. Nosotros estamos en contacto con la Asociación de la España Vaciada, para que se escuche nuestra voz y se pueda evitar la desaparición de estos pequeños pueblos».
Confían en que algo puede hacerse para «dar la vuelta a las cosas»: «Hay unas líneas maestras para combatir la despoblación, que pasan por facilidades fiscales para las empresas que decidan instalarse en el medio rural y la implantación de Internet de banda ancha, así como la mejora de las comunicaciones por carretera a los pequeños municipios. Y a nivel de Iglesia creemos que el problema de la falta de sacerdotes implica a los laicos para asumir responsabilidades y hacer posible que la celebración de la Palabra se mantenga en el medio rural, porque los cristianos de este ámbito también necesitan sentir a la Iglesia cerca y que no les abandona».
Para ello consideran muy importante la colaboración de los laicos de las ciudades: «Sin esa implicación estamos perdidos. Sería bonito que, a nivel diocesano, se facilitara que grupos de laicos pudieran visitar entre semana a los vecinos de las pequeñas localidades y acompañarles, para que sintieran la cercanía de sus hermanos cristianos que no les abandonan y se sintieran familia con el resto de la comunidad cristiana. Este planteamiento es ineludible en estos momentos y es una realidad que sin la implicación de los laicos será imposible mantener las celebraciones en el medio rural, eso está muy claro».
Creen que es igualmente necesaria la buena disposición de los vecinos para ello. «Sin el deseo y el compromiso de los vecinos de las localidades nada sería posible. Un compromiso que debe plasmarse en llevar al propio pueblo los bautizos y las comuniones, además de trabajar para que no dejen de celebrarse fiestas tradicionales con sus procesiones, que en algunos lugares se están perdiendo. La unión y la buena disposición de los vecinos de cada pueblo es fundamental», concluyen.
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