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miércoles, 13 de mayo de 2020

Se rompió el frasco

PastoralSJ - vivir - Se rompió el frasco

Faltaban seis días para la Pascua. Estaban en Betania. Llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro. «Rompió el frasco y lo derramó sobre la cabeza de Jesús» (Mc 14, 3). La escena, sin duda, impactó a las primeras comunidades cristianas, que fueron contándosela unas a otras, de modo que hoy tenemos cuatro versiones en los evangelios, que varían en sus detalles. También hoy nos puede iluminar a nosotros, en el marco de esta emergencia sanitaria y social por el coronavirus.
Se rompió el frasco de nuestro sistema sanitario. Me decía una amiga que hemos pecado de orgullo porque, confiados en las bondades del sistema sanitario español, pensábamos que a nosotros no nos iba a golpear la pandemia de un modo tan duro. Desbordado, quebró un sistema que, ahora, intenta hacer frente a un reto desbordante. Y, sí, está batallando como puede, con una heroicidad encomiable, pero la fractura es evidente.
Se rompió el frasco de nuestras lágrimas. En estas semanas hemos llorado mucho más que de costumbre. Hemos llorado, y seguimos llorando, de dolor, de tristeza, de impotencia, de tensión, de soledad, de preocupación, algunas veces de alegría esperanzada, también de miedo. Algunos, quizás, tienen más seca la fuente de las lágrimas. Pero, en conjunto, como Iglesia y como sociedad, hemos notado cómo se rompe el frasco de las lágrimas y hemos descubierto que éstas pueden ser sanadoras.
Se rompieron muchas personas. Varios miles han fallecido, literalmente se han roto. Muchas más se han contagiado con el virus y batallan contra la enfermedad y sus síntomas. En torno al 15% del total de casos de contagio confirmado son personal sanitario. Además, las situaciones de intenso estrés, sostenidas en el tiempo, están llevando a que algunas personas se rompan anímica o espiritualmente. Y todo hace pensar que, cuando pase el pico de la emergencia sanitaria, veamos otros efectos psicológicos que ahora están latentes.
Se rompió el tarro de las esencias. Con todo esto (aquí solo he indicado algunos ejemplos, pero hay muchos más) se puede decir que se rompió el tarro de las esencias. En estas semanas nos hemos hecho más conscientes de que somos vulnerables y limitados, muy lejos de la falaz omnipotencia con que, a veces, nos engañábamos antes. También estamos constatando la solidaridad vecinal, el apoyo mutuo, el esfuerzo profesional-vocacional, el cariño explícito, la fuerza de la fe, la creatividad ante los retos. Sí, se rompió el tarro de las esencias y nos redescubrimos humanos.
«Y la casa se llenó con la fragancia del perfume” (Jn 12, 3). Como dijo el papa Francisco en la oración del viernes 27 de marzo, con la crisis del coronavirus «nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos». Ahora que nos adentramos en la Semana Santa y se nos ha roto el frasco, me pregunto: ¿será nuestra fragancia el «buen olor de Cristo» (2Cor 2, 15)?
Fuente: Pastoral SJ

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