El tiempo que nunca es perdido es el tiempo dedicado a Dios. Cuando oramos ganan todos. Los primeros beneficiados de nuestra unión con Dios son los que nos rodean.
Al orar de madrugada he comprobado una vez más la alegría de quien descubre que nuestra vida es Preciosa para Dios.
Francisco Cerro.
Arzobispo de Toledo.
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