ACTUALIDAD

lunes, 21 de septiembre de 2020

Nuestra misión continúa siendo construir puentes

 


 "Tendremos que hacer un esfuerzo evangélico de austeridad pensando en los más pobres, privarnos de parte de lo que tenemos para compartir con quienes más lo necesitan y, sobre todo, descubrir juntos que la mayor fecundidad de nuestra vida siempre se ha dado cuando hemos partido de nuestras pobrezas y limitaciones. Junto con ello, habremos de aumentar nuestro compromiso de salir de nuestras realidades eclesiales para acompañar a cuantos sufren y para tratar de transformar las estructuras generadoras de ese sufrimiento.
Como Iglesia, no podemos «quedarnos en casa», no podemos permanecer al margen. Nuestra misión continúa siendo construir puentes. Es cierto que, de algún modo, nuestra casa es espacio de protección, en el que nos sentimos seguros. Sin embargo, en tanto que Iglesia, seguimos estando llamados a hacernos presentes, a través de los distintos medios con los que contamos, en los sufrimientos de cuantos están a nuestro lado. Hemos de compartir con ellos el tesoro de la fe, que nos ofrece la certeza del amor personal y personalizado de Dios. Así debe ser siempre, pero más aún en un contexto en el que un pequeño virus ha paralizado nuestras vidas, a nivel personal y social. Despreciar a Dios y vivir como si no existiera nos había conducido a eludir todo lo referido al sufrimiento y la muerte. Nos creíamos eternos. Uno y otra, sufrimiento y muerte, parecen haber vuelto de repente, mostrándose implacables con todos, pero afectando de forma distinta a unos y otros. Efectivamente, como siempre, quienes más están sufriendo son los más vulnerables: enfermos y ancianos, pobres y marginados socialmente. Ellos han de ser nuestros predilectos. Esta pandemia ha acelerado no pocos de los problemas que ya teníamos como sociedad: la crisis económica, la polarización política, el drama de la inmigración, la fractura social. Como Iglesia, también nosotros debemos acelerar nuestras respuestas. Lo hemos hecho durante la cuarentena y hemos de continuar haciéndolo para ofrecer lo mejor que somos y tenemos a quienes más nos necesitan. En este sentido, no podemos olvidar que nuestra fe es, en esencia, diálogo. Diálogo con Dios, pero también diálogo el mundo, con los hombres y mujeres que están a nuestro lado, con la cultura". 

Francisco Cerro. Carta Pastoral "Sal y Luz". 
Arzobispo de Toledo. 

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