
Cada día es mayor el número de personas que llama a nuestra puerta para que les demos un sitio en nuestra casa. Son los inmigrantes y refugiados, aquellos que han tenido que dejar lo que tenían, casa y familia, para buscar un lugar donde poder vivir y trabajar y ser reconocidos en su incuestionable dignidad humana.
Detrás de cada uno de esos emigrantes y refugiados hay toda una historia de sufrimiento (separación de la familia, hambre, riesgo de la propia vida...), de inseguridad e incertidumbre (rechazo, xenofobia, limitaciones legales, clandestinidad, desempleo...), de soledad (desarraigo de la propia cultura, desconocimiento del idioma, racismo...).
El tema de la movilidad humana es un signo de los tiempos que está exigiendo una profunda reflexión sobre la globalización, el deseo de unidad entre todos los pueblos, el respeto a las diferencias, la acogida y la hospitalidad a quienes no tienen más remedio que emprender el camino buscando algo de bienestar e incluso para salvar su propia vida ...
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