Fuente: el debate.com
Foto: Andrea Domínguez.
Abrir las puertas de par en par
Domingo Guerra se acercó a la iglesia en la misma tarde de la erupción movido por la curiosidad. No tardó mucho tiempo en darse cuenta de que debía abrir sus puertas las 24 horas para quien por fe o necesidad pudiera requerir un techo o un servicio. Además, también ha prestado ayuda a las empresas de telefonía móvil y la catedral ha servido de torre para las antenas afectadas por las coladas. Desde ese día y tras dos meses, el edificio no ha cerrado ni una sola vez desde que comenzó la emergencia. «Bueno una sí, por un terremoto, con todos los equipos de prensa dentro y fueron a buscarme a la una y media de la madrugada para reabrirla», bromea.
«Dios respeta nuestra libertad, pero nos espera siempre con los brazos abiertos y los templos deben ser un reflejo de eso», defiende el cura. Guerra no solo ha abierto sus brazos hacia quienes le han pedido ayuda, sino que además ha dejado las puertas abiertas y las luces encendidas todo este tiempo. Sentado en un banco cerca de la mesa desde donde da la misa, saluda a todas las personas que como rutina acuden al baño de la iglesia. A su espalda, una cafetera Nespresso, una cápsula de Nesquik y un paquete de galletas sin gluten forman parte de la normalidad reciente del templo. Los enchufes del interior están ocupados por equipos fotográficos, móviles y otros enseres. Esa ha sido la forma de este cura palmero de arrojar luz a sus vecinos.
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La iglesia que se convirtió en refugio durante la erupción de La Palma
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