Te damos gracias, Señor:
Eres el pastor bueno,
nos buscas,
nos cuidas,
nos salvas…
nos comprendes,
nos llenas de misericordia,
nos santificas con tu bondad
en estos tiempos duros de pandemia,
de tanto miedo,
de tanta y tanta ansiedad…
Te damos gracias, Señor
por todos los que nos ayudan,
por todos los que nos consuelan,
por todos los que nos acompañan.
En ellos vemos tu mano amorosa,
tu presencia que nos sosiega,
tu luz tan humana en medio de estos tiempos
tan extraños y tan quebrados.
Te damos gracias, Señor
por todo lo que podemos hacer por los demás,
por todos los detalles
de bondad,
de fidelidad,
de amistad…
por todas las oportunidades
de sembrar luz,
de ofrecer camino,
de cuidar la vida compartida.
Te damos gracias, Señor
por todos los hombres y mujeres de bien
que se esfuerzan en construir
relaciones,
ambientes
y procesos
humanizantes,
liberadores,
gratificantes de verdad
porque ayudan a saciar
la sed de amar y ser amados
que hay en todos los corazones humanos.
Todos estos hombres y mujeres de bien
son el gran síntoma
de que tu Espíritu de Vida
sopla donde quiere,
como quiere,
cuando quiere
y nos sorprende y estimula
en la construcción de la comunión
entre todos los seres humanos.
Te damos gracias, Señor
porque estás lleno de paciencia
con nosotros y con toda la humanidad.
Somos como somos.
Hacemos lo que hacemos.
Deseamos lo que deseamos.
Somos complicados,
paradójicos,
inconsistentes.
Nos sabemos capaces
de detalles de santidad
que alegran sinceramente
la vida de los que nos encontramos
en los senderos de la vida que recorremos…
y de minucias de ruindad
que endurecen aún más
los extraños tiempos que vivimos.
Nos conocemos bien:
somos mezcla,
a veces caótica,
de codicia y de ternura…
de maldiciones y bendiciones,
de depravaciones y de santidad..
Somos así,
un misterio tenaz para nosotros,
un corazón abierto y suplicante a tu juicio de amor,
un destello luz recibida y de consciencia esperanzada
en medio del universo gélido,
en medio de las convulsiones de la historia,
en medio de los absurdos de las acciones humanas.
Sigue habiendo
demasiadas muertes evitables,
demasiados hambrientos evitables,
demasiados marginados evitables.
No somos del todo, de verdad, hijos tuyos
de pensamiento, palabra y obra.
No somos del todo, de verdad, hermanos
que comparten dinero, casa y compañía..
No queremos del todo que de verdad
reines en nuestras vidas,
en nuestras manos,
en nuestras cuentas bancarias.
Aun así, aun así, Señor,
esperamos confiados el final de los tiempos,
el final de nuestros tiempos,
el final de nuestra vida.
¡Ven Señor,
ven a salvarnos.!
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