¿Por qué me atrae la figura de Charles de Foucauld?
Desde el seminario me impresionó y apasionó la figura de este humilde sacerdote francés que ha sido canonizado por el Papa Francisco el día 15 de mayo, ceremonia en la que he podido participar y celebrar junto al obispo de Roma. Recuerdo que, gracias a un compañero de seminario hoy sacerdote, leí con mucha profundidad la biografía escrita por Jean François Six.
De inmediato, me sentí identificado, interpelado y animado por el ejemplo testimonial de este verdadero testigo humilde de Jesús de Nazaret. Se sumó a esto como providencial la invitación que me hacía don Pedro Casaldáliga obispo de Sao Félix do Araguaia, de participar de la fraternidad Iesus Caritas en la que hoy camino en comunión.
Tres cosas me tocaron el corazón y aun hoy siguen interpelándome: Charles de Foucauld, era un verdadero buscador, un hombre abierto a toda la humanidad, llamado el hermano universal y un hombre que buscó a ejemplo de Cristo ser uno de tantos, buscando en todo el último lugar.
Fue un verdadero buscador, un buscador incansable. Al inicio busco su plenitud a través de lo humano, primero, erróneamente, a través del desenfreno y las pasiones -como el hijo prodigo del Evangelio-, pero al descubrir que estas no calmaban el ansia de su corazón, pasa a la búsqueda de su plenitud a través de lo intelectual y social de su época., logrando hacer una gran y peligrosa exploración por Marruecos y Argelia en el gran Sáhara. En la que obtuvo un gran premio de la sociedad de geografía francesa, ya que era el primer francés que recorría todo el vasto desierto del Sáhara y lo documentaba de forma científica. Al darse cuenta de que ni aún estos logros humanos llenaban su alma, se deja interpelar por el ejemplo del islam y como con rigurosa fidelidad sus fieles rezaban sus oraciones a diario. Esto le llevó a cuestionarse su agnosticismo religioso y comenzó a cuestionarse su actitud y comenzaba a balbucear la más poderosa oración: Dios mío si existes, haz que te ame -rezaba a diario-. Dios escuchó su oración, y un día llegó el “golpe de Gracia”: invitado por el Padre Huvelin confiesa y comulga, teniendo una conversión tumbante como San Pablo.
Pero esto no quedó ahí, su deseo de búsqueda parecía infinito. Buscando imitar a Jesús, se hace trapense, no encontrando en este lugar su pleno anhelo de imitación de Jesús (para él la trapa no llenaba la vida del Jesús obrero de Nazaret). El infinito buscador siguió buscando: se hizo criado de unas clarisas en Jerusalén y tampoco encontró en ello su plenitud, hasta que encontró su propio camino. Fue ordenado como Sacerdote libre de la diócesis de Viviers, y desde allí regresa a donde había iniciado su conversión, vuelve al desierto, al lugar donde comenzó de forma incipiente su camino de salvación, iniciada a través de hombres religiosos del islam. Sintiéndose enviado para llevar la plenitud de Dios a aquellos buenos islámicos, que adoraban al mismo Dios y que él quería mostrarle a Jesús, la plena Revelación y Salvación que nos regala el Padre del cielo.
Charles de Foucauld ha sido catalogado como el hermano universal, predicó el Evangelio de Jesús sin palabras, solo a través de su vida y hermandad universal.
Para llegar a esto, renuncia a la evangelización directa y moralizante -propia de su época-, deja la sotana clerical y adopta el humilde hábito de los padres Blancos, que al final de su vida incultura más aún, adoptando la forma de vestir de sus hermanos tuareg, mostrando que la vida y nuestro testimonio, es el único Evangelio que muchos hombres y mujeres leerán, por encima de los hábitos o elementos distintivos, que pueden hacer en algunos casos, alejarnos de la gente y por tanto, de Jesús mismo.
Foucauld se dejó impresionar por el texto del Evangelio en el que Jesús invita a sus discípulos a buscar el Último lugar. Él dejo la rica Francia, dejo un futuro exitoso eclesial, un porvenir holgado como capellán de la legión francesa (cargo que podía haber obtenido al ser militar) para ir a donde nadie ni siquiera se planteaba ir, a vivir entre los más pobres, entre paganos e infieles-como se decía en su época- e irradiar a través de la presencia de Jesús Eucaristía, el Sol de la Gracia y la Salvación.
Carlos de Foucauld es canonizado como sacerdote diocesano y podríamos decir que es el santo de los que en muchos momentos nos sentimos fracasados, los que en muchos momentos no vemos fruto a nuestra misión pastoral.
Es el santo de lo pequeño, de lo sencillo, de lo humilde, de lo que parece no tener éxito mediático ni marketing eclesial. Él, en su vida, no pudo ver ninguna conversión del islam al cristianismo, pero fue a la misión sabiendo que no tendría éxito humano, sabiendo que unos siembran y a otros les tocará recoger.
Se cuenta que sólo bautizó a un niño enfermo, que murió pocos días después. No tuvo discípulos en su ideal de formar una comunidad religiosa, llegó a sentir la soledad total, tanto es así que no pudo celebrar la Eucaristía durante meses (ya que era obligatorio que participará un fiel en la Misa) y él no tenía a nadie que acudiese a la misma.
Teniendo la posibilidad de quedarse en Tamarasset para poder celebrar la Eucaristía (gracias a la asistencia de soldados franceses) o de ir a el Hoggar y no poder celebrar la Misa por falta de asistente, decide hacer como Jesús, ser hundido en el corazón de los pueblos y de los hombres, de manera ordinaria y sencilla. Escoge la privación Eucarística y en mayo de 1907, parte para vivir una vida Eucarística por encima de la celebración ritual del sacramento. Celebra la Eucaristía vivencialmente en su vida, haciendo de su vida una Misa sobre el altar del universo. El 1 de diciembre de 1910 fue violenta y dolorosamente asesinado por una banda de maleantes, que acabaron con la vida de quien sólo dio amor y brindo la amistad de Jesús a todos. Cuentan que tres semanas después, un militar francés llegó y encontró entre las arenas del desierto, una pobre custodia con El Santísimo Sacramento, el militar devotamente la tomó y recordó las palabras de Jesús “Si el grano de Trigo no cae en tierra y muere queda infecundo, pero si muere dará mucho fruto” (Jn 12,23-24). Así ha sido, después de su muerte han nacido más de 22 congregaciones religiosas con su espíritu y millones de personas han vuelto a la fe gracias a su ejemplo e intersección. Su mayor milagro son los millones de conversiones de quienes leen su vida y se acercan a su testimonio de amor a todos.
Que el ejemplo del hermano universal nos ayude a encontrar nuestro propio camino de seguimiento e imitación de Jesús, tal como nos recordaba el Papa Francisco en la homilía de la canonización, no siendo santos de fotocopia sino, volviendo al verdadero Jesús del Evangelio, llevando su palabra a través de la amistad y testimonio de nuestra vida
San Carlos de Foucauld patrono de los insatisfechos, fracasados y quienes quieren recomenzar: ruega por nosotros
Jonny Pereira Socas.
Sacerdote de la fraternidad Iesus Caritas.
Fuente: Diócesis de Coria-Cáceres.
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