En el capítulo 13 según San Juan, que se proclama en la celebración de la Cena del Señor encontramos esta escena singular, profunda y decisiva:
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: «Señor, ¿lavarme los
pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Lo que yo
hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.» Pedro le dijo: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le contestó: «Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.» Simón Pedro le dijo: «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y
la cabeza.»
De este santo encuentro, presencial y
comunitario, nace la santidad, la generosidad, el estar con los demás, el
dejarnos lavar, purificar por Jesús, para trabajar todos en lo de todos, con
respeto, confianza y comunión. Sin envidias, rivalidades, individualidades y
egoísmos. Estando siempre dispuestos para el servicio de los últimos y
despreciados.
Cuando estamos delante de Jesucristo en la
Eucaristía nuestra vida se transforma porque la Eucaristía es don del Padre,
verdadero Maná y es Vida. Donde está la Eucaristía está la Vida.
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