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viernes, 31 de marzo de 2017

"No todo lo científicamente posible es éticamente aceptable"



Este año, las Jornadas de Ética y Política del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (Sede de Tenerife), llegaron a su vigésima edición. En esta ocasión, la cita abordó cuestiones actuales de genética, de la mano del Doctor Nicolás Jouve de la Barreda, Catedrático de Genética en la Universidad Alcalá de Henares.
Durante su estancia en la isla, pudimos conversar con De la Barreda sobre diversos aspectos relacionados con la bioética. A diferencia de lo que muchos podrían creer, según indicó este catedrático, la bioética no es una disciplina o un área de conocimiento, sino que es un campo de debate donde confluyen toda una serie de especialidades: la ciencia, la filosofía, el derecho y la teología. “Por eso, decimos que la Iglesia es un marco referencial importante  en este ámbito, porque nos establece un sistema de valores”, indicó Nicolás Jouve. Y en ese sistema de valores,  el principal es la dignidad de ser humano. “Esto no es estrictamente religioso, la defensa a la vida está en la Declaración Universal  de los Derechos Humanos en su artículo primero”.
A este catedrático le gusta recordar el “eslogan” de la bioética: No todo lo científicamente posible es éticamente aceptable. “Por poner un ejemplo, si yo digo que no es bueno utilizar embriones para hacer investigaciones biomédicas, no es que quiera perjudicar a los pacientes posibles que se beneficiarían de esas investigaciones. Lo que estoy diciendo es que  un embrión es una vida humana y no puedo crear un problema para resolver otro”.
Durante las jornadas, Jouve de la Barreda destacó la figura de Jérôme Lejeune, médico genetista francés. “Hay muchos perfiles que se pueden destacar de él –indicó el catedrático-, pero yo me he centrado en el perfil médico, el humano, el científico y el perfil como cristiano. En él confluían todos estos aspectos. Su gran deseo fue siempre llevar a cabo el juramento hipocrático con todas sus consecuencias. Para él, lo importante no era la enfermedad, sino el paciente. Lejeune fue quien descubrió, entre otras cosas, que el síndrome de Down se debe a la presencia de un cromosoma de más. Sus colegas lo que hicieron fue utilizar ese descubrimiento para detectar esa anomalía en el feto y provocar el aborto. Él se llevó el gran disgusto de su vida, cuando se dio cuenta que su descubrimiento, no solo no sirvió para curar a los niños, sino que se utilizó para establecer un método de diagnóstico precoz para eliminarlos por medio del aborto. Lejeune siempre defendió la vida de los niños con síndrome de Down. Denostó la terminología “mongolismo”, que era la que se utilizaba anteriormente, porque era despectiva y tenía connotaciones racistas. Él propuso la denominación “trisomía 21” o “síndrome de Down”.
Por último, refiriéndose a la familia, De la Barreda sostuvo que en este tema, todos son retos. “La familia, más allá de la perspectiva religiosa, es la institución más importante desde un punto de vista social y humano. Es donde se crea un microclima de amor que aglutina a todos los miembros, donde los niños crecen y aprenden a ser humanos. Si rompemos esa célula básica, estamos destruyendo al propio ser humano”.
(Entrevista incluida en el número de marzo de la revista "Iglesia Nivariense")

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