“A los que se arrepienten les concede en volverse a Él, y consuela a los que han perdido la esperanza.”
(Eclesiástico 17,24)
Imagina por un momento que todo lo que has ido consiguiendo con mucho esfuerzo y sacrificio durante toda tu vida se viene abajo. Imagina que pierdes todas tus posesiones materiales, todas tus conquistas económicas; que quiebra el banco donde pusiste a buen recaudo todo lo ahorrado en tu vida… Imagina que incluso la salud se ausentó de tu cuerpo… y que todo esto te lleva incluso a tener una fe insegura…
¿Qué harías? ¿Entrarías en una depresión hundiéndote en tu propia desgracia…?
¿Pensarías que la muerte es mejor que seguir con todo perdido…?
Vivir en la esperanza es decirnos que la vida con todas las tragedias más crueles, puede, a pesar de todo, regenerarse. Quien no flaquea en la esperanza siempre estará dispuesto a luchar otra vez desde el comienzo; a empezar aunque muchas fuerzas no nos acompañen.
Dice la Escritura que queda la fe, la esperanza y el amor. Las tres están tan unidas porque una es la puerta de entrada a la otra.
La tarea de la semana:
1. ¿Qué es para ti tener esperanza?
2. ¿Qué situaciones de tu vida hunden la esperanza?
3. Busca tres motivos por los cuales seguir adelante a pesar del desánimo.
2003 Mario Santana Bueno.
Fuente Diócesis de Canarias.
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