Se dice que durante la epidemia de peste que hubo en Roma en al año 591, bajo el pontificado de Gregorio I, los afectados morían estornudando, y que de tal circunstancia procede el “¡Dios te bendiga!”, que más tarde se simplificaría diciendo “¡Salud!”, “¡Jesús!” o expresiones semejantes.
Avicena, médico y filósofo persa (980-1037), al describir la sintomatología de una epidemia de viruela, decía que un estornudo continuado anuncia por lo general el principio de la enfermedad y, por lo tanto, cuando se oye estornudar a alguien se pide a Dios que aparte el peligro. Para el erudito guipuzcoano Justo Gárate, la salutación tras el estornudo comenzó a utilizarse en África, en el siglo VI, con motivo de la aparición de una epidemia, y fueron los árabes los que propagaron por el mundo la costumbre de invocar a la divinidad.
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