Tu cara, siempre tu cara....
Un día te encontré en la soledad de tu camarín, y desde entonces no he vuelto a buscarte en fotografías ni en las páginas de un libro. Cada vez que quiero contemplarte sólo tengo que mirar en esa imagen que dejaste impresa en mi memoria, y eso es precisamente lo que intentado plasmar desde el momento en el que recibí el encargo de pregonarte sobre las paredes de tu morada.
No es un retrato, porque mi interés se centra siempre más en lo que transmite que en las proporciones y fidelidad al original. Más en lo que evoca que en lo que reproduce.
Tu toca son las blancas velas de una embarcación que a Los Realejos guía sobre las aguas en calma de una serena noche.
Tú eres la estrella (y no la luna) que ilumina la negra arena de nuestras costas y de nuestras vidas.
!Dios te salve, Estrella de los mares!, impreso sobre una de las ofrendas de orfebrería que te han legado otras generaciones, y que Tú portas año tras año.
En un plano más avanzado nos presentas al Divino Timonel que se ofrece, mientras se recrea embelesado en tu mirada, a quién se halla ante el cuadro. Y no podía ser de otra forma, porque el tratamiento de la pincelada y del color nos conduce desde cualquier ángulo de la obra hacia tu semblante (más definido y pleno de cromatismo).
Tu cara, siempre tu cara....
Muchísimas gracias a Los Realejos por este regalo.
Fuente: Facebook de Domingo José Cabrera Benítez.
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