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martes, 30 de octubre de 2018

Necesitamos tu corazón inmaculado para amar de manera gratuita, sin otros fines que los de buscar el bien del otro, con simplicidad y sinceridad, renunciando a enmascarar y maquillar.


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Oh María, Madre nuestra Inmaculada,
En este día vengo a Ti,
y no vengo solo:
traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado,
en esta ciudad de Roma y en el mundo entero,
para que Tú los bendigas y los salves de los peligros.

Te traigo, Madre, a los niños,
especialmente a los que están solos, abandonados,
y que por eso son engañados y explotados.
Te traigo, Madre, a las familias, que llevan adelante la vida y la sociedad con su compromiso diario y escondido; de modo particular a las familias que tienen más dificultades por tantos problemas propios y de otros.

Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres,
y te confío sobre todo a quienes, por necesidad,
se ven obligados a desarrollar un trabajo indigno
y a quien ha perdido el trabajo o no logra encontrarlo.

Necesitamos tu mirada inmaculada,
para reencontrar la capacidad de mirar a las personas y las cosas
con respeto y reconocimiento, sin intereses egoístas o hipócritas.

Necesitamos tu corazón inmaculado
para amar de manera gratuita,
sin otros fines que los de buscar el bien del otro,
con simplicidad y sinceridad, renunciando a enmascarar y maquillar.

Necesitamos tus manos inmaculadas
para acariciar con ternura, para tocar la carne de Jesús
en los hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para realzar a quien ha caído y sostener a quien vacila.

Necesitamos tus pies inmaculados
para ir al encuentro de quien no sabe dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien se ha perdido,
para ir a encontrar a las personas solas.

Te damos gracias, Oh Madre, porque mostrándote a nosotros
libre de toda mancha de pecado,
nos reconoces que antes de todo existe la gracia de Dios,
existe el amor de Jesucristo que ha dado la vida por nosotros,
existe la fuerza del Espíritu Santo que todo renueva.
Haz que no cedamos al desánimo, sino que, confiando en tu constante ayuda,
nos comprometamos a fondo para renovarnos nosotros mismos, esta ciudad y el mundo entero.
¡Ora por nosotros Santa Madre de Dios!


Papa Francisco. 

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