
Fuente: Archidiócesis de Sevilla.
No serán los días santos como seguramente imaginamos. Parafraseando a Carlos Colón en su pregón de 1996, estas jornadas echaremos en falta “el gozo multitudinario de las palmas, y la soledad de los olivos, la aspereza del esparto, el brillo del ruán, la tiniebla sólo iluminada por cirios verdes, el frío sólo abrigado por capas de merino…” Faltaremos a nuestra cita con los mismos rostros en los sitios de siempre, pero haremos sitio a la memoria agradecida de quienes nos enseñaron la fe y nos marcaron el camino de las tradiciones, y a entender que, por encima de todo, esto consiste en acompañar hasta la cruz al que vino a salvar el mundo. No habrá procesiones, pero seguirá siendo Semana Santa. Dios morirá en un madero…, y resucitará. En cada calle vacía, en cada templo cerrado, en el silencio de los cenobios, en las camas de los hospitales y en las iglesias domésticas donde se ora y se espera.

Rafael Muñoz es sacerdote, miembro de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri, párroco de San José y Santa María y, desde 2015, delegado diocesano para el Clero. Reconoce que se le hace “extraño” vivir estas celebraciones con la ausencia de los fieles: “Es triste tener que celebrar los grandes misterios de nuestra fe sin aquellos con los que vas viviéndola y celebrándola cada día”.
Potenciar la vida de oración

Son tres perspectivas para encarar una Semana Santa sin duda especial. Pero los tres coinciden en que el estado de alarma nos sitúa en un escenario inimaginable: el de la vuelta a lo esencial.

Cerca de María
Estas jornadas supondrán un cambio radical en las rutinas cofrades de la familia Gutiérrez Báez. El Domingo de Ramos cambiarán las túnicas por ramas de palmas y olivos, el Jueves Santo los cirios por cruces de palo, y el Viernes Santo la procesión en la calle, por un viacrucis familiar. Saben que no estarán solos, y tienen muy presente a la Virgen María: “La sentimos muy cerca, dándonos esperanza y consuelo”. La referencia mariana también es una constante en la vida de fe del párroco de San José y Santa María, más si cabe estos días, en la medida que toma de ella una actitud ante la Pasión del Señor: “Pienso vivirlo todo como María, en oración y recogimiento”.
Preparar “una verdadera conversión”

Finalmente, desde el monasterio de Santa María la Real, sor Rocío se despide con el deseo de que “unamos nuestras vidas a Él y vivamos esta Semana Santa como tiempo de gracia y eficacia para toda la humanidad, con fe robusta en la Resurrección de Jesús y en la resurrección de nuestro mundo y de nuestro ser interior”.
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