Junto al sagrario, por una especie de ósmosis transformante, adquirimos sus actitudes y sentimientos, su entrega, su humildad, su obediencia al Padre hasta el heroísmo y su amor a la humanidad. Junto al sagrario, nuestra existencia se va convirtiendo en una "existencia eucarística", en la que todos y cada uno de nuestros actos van adquiriendo ese tono y sabor, ese estilo eucarístico de alabanza y acción de gracias, de adoración y contemplación. Porque esto es así, no es extraño que el papa Benedicto XVI nos pidiera "a los pastores de la Iglesia que [hagamos] todo lo posible para que el pueblo que [nos] ha sido encomendado sea consciente de la grandeza de la Eucaristía y se acerque con la mayor frecuencia posible a este sacramento de amor, tanto en la celebración eucarística como en la adoración" (A los obispos polacos en Visita ad Limina, 17, XII, 2005). De todo ello estaba convencido muchos años antes don Manuel González y no cesó de inculcarlo a sus sacerdotes.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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