(Conf. 5,3,3)
¡Tú eres grande, Señor!
Te fijas en los humildes
mientras te distancias de los soberbios.
Tú te acercas sólo a los que reconocen
sus fallos,
pero no te dejas ver por los orgullosos;
por mucho que crean saber
sobre las estrellas o las arenas del mar...
Su orgullo les impide el poder verte:
Al no buscar con los ojos de la fe
el origen de su capacidad investigadora;
al no buscar «religiosamente»
el autor de la creación,
no pueden encontrarte.
Y, caso de encontrarte,
no son capaces de admirarte,
ni de alabarte.
San Agustín.

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